Cuando se declaró la pandemia por la COVID-19 en los primeros días de marzo, hace ahora un año, no me concentraba en nada, ni nada me distraía, solo seguía las noticias. Muy desconcertante para todos. La cocina se convirtió en mi refugio y cocinar una excusa para levantarme con ganas cada día. Y con una lista de tareas porque me metí de lleno en esta pasión que viene de lejos y que hasta ese momento no había tenido tiempo de desarrollar con calma. A la cocina hay que dedicarle tiempo. Y mucho amor. Ahí está el sabor, en las cocciones lentas.
Ni por asomo pensé en cocinar las 524 recetas del libro de Julia Child en 365 días que fue el reto de Powell. Solo quería entretenerme durante los quince días que iba a durar el estado de alarma. Pero… ¡pasó un año! y no he cocinado las 524 recetas de Julia Child pero sí una ingente cantidad de esas y otras de aquí y de allá.
He leído y releído libros de cocina, he cocinado y re-cocinado el recetario familiar, el mío, el de mis amigos y el de las abuelas de mis amigos. Un año intenso de fogones y experimentos con currys, asados, carnes, pescados, salsas, masas y guisos que me han llevado de viaje por medio mundo. El único contacto personal directo durante meses era la gente del mercado. Qué sabios.
A diferencia de Julie Powell no tenía un blog para contar mi día a día en la cocina pero mi colección de libretas y anotaciones en libros me desbordaba. Cada vez que necesitaba una receta pasaba un rato largo buscando. Siempre tuve en mente la idea de abrir un blog para contar lo que no podía en los medios con los que colaboraba. Cosas de gastronomía y viajes. Pero ningún momento era bueno. Y mucho pudor. ¿Quién me iba a leer? ¿A quién le iban a interesar mis historietas?
Ahora, aunque sigo pensando igual, nace Cocina mon amour. Sí, ¿ahora que nadie lee blogs? ¿ahora que hay cien mil hablando de lo mismo? Sí, ahora. Necesito orden y me gustan las recetas en papel con mis notas a lápiz, después guardarla para encontrarla. Me gusta enviar una receta a quien me la pide y que la pueda imprimir.
¿Hay algo más bonito que compartir?