Recuerdo la primera vez que probé la sopa de tomate. Fue durante un viaje a la Toscana. Recorríamos en coche una buena parte de los preciosos pueblos de esta región central de Italia que no puedo dejar de recomendar ¡Meravigliosa! Al final del día, agotados buscábamos alguna mesa para descansar y tomar algo con lo que reconfortar cuerpo y alma. En la puerta de muchos bares y pequeños restaurantes las pizarras anunciaban su Pappa al pomodoro.

Si lo recuerdo es porque me gusta... 

Y me gustó tanto que desde entonces está en primera línea de mi recetario. Y como hago con todo lo que me gusta, no dejo de buscar hasta encontrar la receta perfecta. En esta ocasión es la más sencilla. Muy fácil de preparar y económica, de hecho podríamos incluirla en la cocina de aprovechamiento. Tomates maduros y pan duro, cebolla y ajos son los ingredientes básicos. Cómo no, un buen aceite de oliva virgen extra que no debe faltar nunca en la cocina, caldo, especias y las hierbas aromáticas que obran la magia de transportarte al lugar del mundo que desees.

Esta vez, he optado por el toque oriental del comino y el cilantro que tanto me gusta y que me inspira el gran Ottolengui. Otras veces pongo orégano, tomillo, albahaca y alguna vez, una cucharada de ricotta o un par de bolitas de mozzarella. 

Es muy mediterránea y típica de las zonas donde se cultivan buenos tomates, por eso la encontramos con múltiples variantes dependiendo del sitio. Con zanahorias, pimientos... más o menos cantidad de pan que la hacen más sopa o más crema. Lo mejor es que se adapta bien a todos los gustos. 

¿Hay algo más reconfortante que una sopa? Para mí, no. Ya sea verano o invierno. Fría, templada o caliente, nunca digo no a una sopa. 

¡Feliz viaje!